Hace algún tiempo, analizando Taxi Driver, vi una panorámica un tanto extraña. Es como un pequeño error gramatical que deriva en una sensación de engaño, en extrañeza por encontrarnos al personaje partiendo de su propia mirada.
La primera transición de plano objetivo (mostrando al personaje mirando) al plano subjetivo (lo que mira) funciona perfectamente. El problema viene después. Lo que comienza con una mirada termina incluyendo al propio protagonista de esa mirada. Pensé que semejante atrevimiento era invento de un joven Scorsese, con ganas de epatar.
Pero resulta que esta panorámica ya estaba en Rio Rojo (1948), de Howard Hawks. (1)
Pero resulta que algo parecido, en este caso un travelling más sofisticado, ya estaba en Amanecer (1927), de Murnau.
0 comentarios:
Publicar un comentario